miércoles, 20 de marzo de 2013

Lirica Trovadoresca alemana


En los tiempos de Carlomagno había por presión de la Iglesia una prohibición contra las “winileodos” (canciones de amor), y en el siglo IX contra las “puellarum”, es decir, contra los cantos de las muchachas. De todas maneras, la existencia de una lírica escrita debió ser muy escasa por la hostilidad oficial, y solo excepcionalmente te conserva una canción encantadora y fresca del siglo XII:


Dû bist mîn, ich bin dîn                             Eres mío, yo soy tuya,
Des solt du gewis sîn.                                Debes estar seguro de ello.
Du bist beslozzen                                      Estas encerrado en mi corazón.
In minem herzen:                                       Se ha perdido la llavecita:
Du most immer darinnen sîn.                     Debes permanecer en él para siempre.

   En la segunda mitad del siglo XII los testimonios líricos aumentan en cantidad, pero todos expresan, sin complicaciones, una emoción simple e ingenua ante aquello que inflama inmediatamente el corazón del poeta: amor, celos, la hermosura y cambios de la naturaleza. Se trata de un primer periodo en que los versos arraigan en el propio suelo donde han crecido y se enriquece con las canciones latinas de vagantes y goliardos. Aumentan también los motivos satíricos y políticos, recogidos en ese mismo siglo junto con mucha poesía en lengua alemana, en los renombrados Carmina Burana del convento de “Benediktbeuren.” Una canción báquica de esta colección se ha hecho famosa en el mundo entero por sus dos primeros versos: Meum est propositum / in taberna mori.”

   De esta primera manera, de índole más bien popular y autóctona, se conservan poemas pertenecientes a Dietmar von Aist y el caballero de Kürenberg, ambos oriundos de Austria, aunque sus versos muestran ya alguna influencia de la moda que imperará, en forma absoluta, durante más de un siglo. Este caballero Kürenberg es, además el inventor de una estrofa similar a la empleada en el Cantar de los Nibelungos.

En las últimas décadas del siglo XII invade a la nobleza alemana, a través del contacto con cierta poesía francesa, la novedad trovadoresca, que había comenzado a irradiarse desde Provenza a distintos países de Europa. Los poetas alemanes la acogieron con entusiasmo y crearon un nuevo género, el MINNESANG, al que pronto supieron dar características propias, como la seriedad integral del sentimiento amoroso cuya meta es la dama única y exclusiva, a diferencia de la actitud frecuentemente más versátil y juguetona de los trovadores franceses. El Minnesang que llego a ser una epidemia poética a la que no se escapó casi ningún autor de su tiempo, es una expresión que gira únicamente alrededor del amor. No del amor común, del cotidiano, el que se siente por determinadas personas, cosas o abstracciones, sino uno muy específicamente definido. Por lo demás, la insistencia con la que se cultivó arroja luz esclarecedora sobre la cultura de la época